Aterrizamos en el País Vasco haciendo sonar tres
veces la campana de la ermita de San Juan de Gaztelugatxe, como manda la
tradición. Total, solo fueron 241 escalones escalando el mar. Luego, con los
pulmones llenos de aire salado, llegamos a San Sebastian, a la vital bulla del
Boulevard, a los puentes sobre el río Urumea, a los mercados de la Bretxa y San
Martín, al hermosísimo casco antiguo, a la catedral del Buen Pastor, al
ambiente inmejorable de una ciudad hecha para vivirla.
Que lo primero que veas al despertar sea un cachito de cielo, es uno de los muchos privilegios que nos regalaron en el País Vasco.
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