Te echaba de menos, a pesar de que llevas toda tu vida entrando y saliendo de la mía.
Todos los años digo lo mismo: “Hasta aquí he llegado. Tengo que
dejarla”, pero vuelvo
a caer en cuanto observo tu cuerpo, terso y tierno, debajo de tu vestido
transparente.
Estabas como siempre en el mostrador, en la esquina, como las mujeres
malas, esperándome, segura de que yo te buscaría una vez más, y eso que hace
tiempo que mi galeno me advirtiera que no me convenías.
Aún así te busco, te cojo con deseo y te desnudo, quitándote ese vestido de
celofán que tanto te favorece, antes de hacerte mía.
Este año retrasaré la analítica hasta febrero, para que nunca diga que no lo he intentado. Para entonces, espero tener claro que lo nuestro no tiene futuro, al menos hasta las próximas navidades, si Dios, y el colesterol, quieren.
Manolo Martínez
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