En la casa número cinco de la calle Cruz de Santa María nació un niño, José Arpa, que recorrió el mundo buscando paisajes que pintar y en los que encontrarse a sí mismo.
Durante los últimos setenta y ocho años el mundo le ha devuelto la visita a aquel niño que vivió pintando el verde de los higos chumbos, el amarillo del maíz y el rojo de las amapolas, y lo ha hecho a través de los miles de artistas, procedentes de todos los paisajes de España, que, desde hace más de tres cuartos de siglo, presentan sus obras al Premio Nacional de Pintura José Arpa.
Curiosamente, a escasos metros de la casa dónde vino al mundo el genial artista, se exponen hoy los cuadros ganadores del certamen que lleva su nombre.
Cuelgan de las paredes del patio de la Casa de la Cultura de Carmona por dónde, a diario, pasan turistas de todo el mundo que, por un instante, se paran a contemplar aquellos cuadros, quizás buscándose a sí mismos, como hacía el maestro Arpa.
Así de pequeña, y de grande, es la geografía del alma de nuestro artista, que salió al mundo para regresar a su casa.
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