Llevaba tiempo esperando,
sentado en nuestro beso,
mirándonos.
Cuando le llamamos,
una fría noche de noviembre,
dudó nueve lunas,
hasta que el calor de agosto
le convenció para entrar en casa.
Un hilo de arena imparable
es el alfayate
que desnudó su llanto de violín,
para vestirle de tambor la voz.
Su ánimo imberbe
es una duna que cambia de dormitorio
cada noche,
dejando sus rubias ideas
a la intemperie.
Trenzados con sus tormentas
sin agua,
dos relámpagos le delatan:
el limón de su intención
y un guiño perdido
a su ángel de la guarda.
2 comentarios:
Guarda este poema, no lo debias de haber expuesto aquí, lo debistes escribir en una hoja de su libreta y... dobladita meterla en su hucha tal ahorra sus monedas. Mañana cuando la rompa, encontrará un billete que no es de euros, es de amor. GalapagarI
¡Hola Manolo!
Bonitas letras... Feliz Cumpleaño.
Saludos de J.M. Ojeda.
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