Llevo más de un año paseando,
andando o corriendo por la ronda norte, esa que muchos carmonenses han
decidido, de manera espontánea, y sin votación previa, convertir en la alameda
asfaltada del siglo XXI. Pues bien, hasta hace poco no me percaté de la existencia
de un fantasma que pasea tranquílamente entre nosotros. Empecé a sospechar de
él porque, aunque viste de paisano, dejando su sábana blanca en casa, este supuesto espectro está las veinticuatro horas
en la ronda. Yo he ido a andar, o correr, a todas las horas posibles para
comprobar que así era. Le he visto al amanecer, a mediodía, y con la puesta de
sol. La otra pista que me condujo a mi inquietante hipótesis fué su mala
educación. El tío, presunto fantasma, me negaba el saludo una y otra vez.
Primero pensé en su posible sordera, por lo que empecé a alzar la voz de forma
patética:
- ¡ BU-E-NOS DÍ-AAAASSS... ¡ le gritaba yo, de tal forma
que, hasta otros paseantes que iban 100 metros por delante mía, se volvían para
responderme al saludo, mirándome, todos ellos, como un loco por mi desconcertante
salutación, mientras el nota, el fantasma, ni me miraba. Pasaba a diez
centímetros de mi con la mirada fija en el horizonte, como si yo no estuviera
allí, lo que, por otra parte, me llevó a pensar que el fantasma era yo, cábala
que abandoné cuando comprobé que el resto de peregrinos de la ronda norte, sin
excepción, respondía a mi buena educación de mil maneras: buenos, días, buenas
tardes, adiós, hasta luego, ay.., ehhh, como poco, me miraban y alzaban la
cabeza si no tenían ganas de hablar porque el pasómetro estaba apunto de
estallar. Algo, alguna evidencia de que sus corazones palpitaban aún. Todos
menos el picha, el fantasma, o fantasmo, porque es hombre. Otra señal de su
posible pertenencia al reino de los espíritus es su cadencia al andar, fija, ni
crece ni decrece, como programada por algo, por alguien...tantitantos pasos por
minuto, como un metrónomo, un fantrónomo, yo que sé...
Estoy tan mosqueado que he decidido recurrir a la última prueba, la
definitiva, la que demuestre si estoy ante una aparecido, sombra o espíritu, o
símplemente ante un maleducado, grosero y malcriado.
Mañana, cuando le vea venir, me
iré acercando con disimulo al carril por el que viene y, justo cuando esté a
centímetros de mí, cuando pueda echarle el aliento a la cara, me interpondré en
su camino, me pondré frente por frente, pero sin dejar yo de andar, y, si no
tropezamos, si ambos seguimos andando, pero en dirección opuesta, está claro,
le habré atravesado, será la prueba irrefutable de la existencia del Fantasma
de la Ronda Norte.