Las cosas no tienen alma. Tienen
forma. El alma de las cosas vive en la mirada del que la contempla para pintarla, describirla con
palabras, o fotografiarla como hace Francisco. Javier Díaz Ojeda en sus
exquisitas estampas. Una misma cosa, pues, tiene tantas vidas como miradas,
siendo la suerte la que determina que un simple charco, una columna, o la
mismísima Sor Ángela sean elegida por la mirada del artista.
Manolo Martínez
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