Guardar cola ante el kiosko de Macías era toda una lección de vida.
Niños y padres aprendíamos a ser diligentes, prestos, claros y concisos, cuando esperábamos turno.
— Las pipas, ¿con sal o sin sal?, los caramelos, ¿masticables o ya masticados?, a ver…tú, ¿qué vas a querer?
— ¡Venga chiquillo...¡
Macías era resumido, en su físico y en su merchandising, pero como siempre, la memoria lo hace más grande cada día.
Manolo Martínez
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