Los niños de antes traíamos a nuestras madres por la calle de la amargura en el tema del comé.
No queríamos guisos, ni verduras, ni frutas, ni ná de ná.
Nos sosteníamos en pie porque comíamos vinagritos, pan y panizo y pipas de melón que nuestras abuelas lavaban y secaban al sol.
Los vinagritos los regábamos “picha en mano” cada mañana antes de entrar en clase, para luego comérnoslos, con más deseo que asco, al salir del cole.
…y al llegar a casa nos endilgaban un vasito de duralex con Tío Quinito, para que nos abriera el apetito, circunstancia que no afloraba hasta las cinco de la tarde, que era la hora de las dos onzas de chocolate con medio bollo de Eslava.
¡Qué coza más
güena! Ezo, y las papa frita con bisté.
Manolo Martínez
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