Bajo un cielo, a menudo lloroso, un pueblo de piedra sobrevive. Pespunteado a este pueblo, un parque verde sobrevuela mis pensamientos, y justo, entre el parque y el pueblo, al final de un cigarro apagado vive un hombre, y al final de este hombre unas manos que hablan sobre una hoja de papel. Papel que está acostado sobre una mesa de granito, que se apoya sobre un lindo jardín, jardín que se despereza justo debajo de una pared de hortensias blancas. Este vergel está cosido a una casa de piedra, que se resbala de un techo de pizarra. Todos, el techo de pizarra, la casa, el muro de hortensias, el jardín, la mesa, el papel, el cigarro y el hombre, se estiran, y existen, bajo las nubes asturianas. En este oasis del parque del Revolgo, un topo revoltoso, y una legión de caracoles, regentan las tardes de dos niños que viven bajo dos leales cabelleras rubias, y que corretean por un camino resbaladizo, por el que decrece el día, beneficiando la izada de la luna cantábrica. La umbría reparte frescor y silencio, silencio que pende del esbozo de la sonrisa más larga de la familia, sonrisa que hace pan en una tahona regalada. Y todos, el pan, la tahona, la sonrisa, el silencio, el frescor, las dos caballeras rubias, el cigarro, ya encendido, y el hombre, comparten luna.
( A Sergio Crespo, buen conocedor de las bondades norteñas )
4 comentarios:
sinceramente, me ha gustado la música y la palabra del artículo....
Sebastián
Gracias,Sebastian,viniedo de ti, más que un halago,es un honor que me leas.Un abrazo
¡ Y yo que soy de secano ¡ ¿Qué te he de decir? GalapagarI
...no mientas Gala, no hay galápago que sobreviva sin humedades.
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