Este fin de semana he descubierto el paraíso del chocolate. Se llama Ocumare, está en Sevilla, cerca de la plaza del Gran Poder, en un rincón de la calle Carmen, escondido, como todos los tesoros. Mientras degustaba una de sus mágicas recetas sonó esta canción de Billy Joel, y se me vino a la cabeza mi sótano. Allí hace años que conviven Billy Joel, con la K622 de Mozart, con Melina de Camilo Sesto, con Agapimú de Ana Belén, con Me olvidé de vivir de Julio Iglesías, con A desalambrar de Victor Jara, y hasta la Pantoja comparte espacio con todos ellos. Aquello no es un cajón de sastre de vinilos, aquello es Frankestein hecho música, de tó y de ná. Pero se han escondido todos, y no les encuentro, No sé si es el frío, el miedo, o quizás el olvido, los culpables de su desaparición. Habrá que recordarlos, llamarlos y arroparlos. Puede que así vuelvan a su casa, la mía. Lo que hace un chocolate, claro que no es cualquier chocolate. Es Ocumare, te invito a conocerlo. Pide un Maya, es como si estuvieras con Juliette Binoche en "Chocolat", y como guinda, la dulzura del acento argentino de su dueño.
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