Hace años conocí a un hombre que me
recordaba a esos mimos (como el que ilustra esto) que simulan tener un hilo invisible pegado al labio. En el caso del hombre del que les hablo no hay hilo, es su mal rollo el que tira del labio hacia arriba. Su desánimo
de “joío” hace las veces de hilo y le dibuja en su cara
un gesto permanente de asco, de desaprobación infinita, hacia todo y hacia
todos. Es la personificación del despotismo, de su falta de empatía con el
mundo. Es así, "joío", y punto. Que triste debe ser enfrentarse a la
gente que le rodea con ese careto, con ese gesto. Unas veces me da pena, pero las más me da risa. Pobre hombre. Se cree infinito y no sabe que su vida,
como su labio, como su gesto, pende de un hilo, como la de todos. Empatiza
macho, que estamos aquí dos días.
Manolo Martínez
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1 comentario:
Cuando va por la vida con ese careto, su vida es igual de repulsiva y eso desde luego es triste, a pesar de la situación actual.
Un beso.
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