Pero, si el meollo del vivir es la sorpresa, el no saber que pasará mañana. ¿Qué belleza tiene saber que ocurrirá antes de que ocurra? Ninguna, si acaso aburrimiento, desidia o estúpidas fantasías y conjeturas. Hay que estar muy colgado para creer en esas cosas, muy colgado.
Curiosamente, el otro día, cuando venía de tomarme una bendita cerveza helada (o dos, no recuerdo) al pasar por detrás de Santa María, bajó del aire esta pluma de la foto.
Descendió dando vueltas, de pie, despacio, hasta quedar justo a la altura de mi cara. No tuve que darme prisa para cogerla porque me estaba esperando.
Alargué el brazo y la prendí. Estoy seguro de que significa algo. Algo me quieren decir los dioses..., o los palomos, o las palomas, que no pude ver quién pelechó mi regalo.
¿Qué me querría decir? ¿O serían las cinco cervezas que me tomé las que me hicieron elucubrar? El caso es que, cuando llegué a casa, me dijo mi mujer:
— ¿Cuántas?
— Te juro que no han sido más de siete.
— ¿Cuántas? —me insistió por segunda vez.
— Diez... —y entonces me percaté del mensaje que quiso transmitirme aquella pluma dando vueltas en mi cara.
Me dijo, sin decírmelo: "Vuela pa tu casa que te van a dar par pelo" Yo no creo en el karma y esas cosas, pero me dieron "par pelo" por las quince cervezas que creo me tomé.
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