— Oiga, ¿para Madrid?
— To palante...
… y to palante tiramos mi mujer y yo hasta que el AVE nos vomitó en Atocha. El primer altar de obligada visita fue el bar Brillante, al lado del Museo Reina Sofia, dónde por 8 euros te comes el mejor bocadillo de calamares de Madrid.
Con la barriga empujándome los botones de la camisa, me trasplanté al Jardín Botánico. Allí, mientras paseábamos entre plantas y luces de colores, me empecé a sentir mal. Seguí andando, por si el fresquito me despejaba de la indigestión del cefalópodo, hasta que tropecé con unas gigantescas patas de calamar que salían de un estanque. ¡Dios mío!, ¿con qué habían frito los calamares del Brillante para tener alucinaciones?
— ¿Qué? ¿Te has quedao con hambre? ¿Voy por una baguette y metes esas patas que salen del estanque? —se cachondeó mi media naranja.
Me sonreí de mala gana y, cuando me repuse del susto, salí de aquel jardín adornado para que los niños disfrutaran de la navidad. To palante, al subir una cuesta, la iglesia de Los Jerónimos, dónde juré no probar más calamares hasta llegar al bar paseo de Carmona.
To palante, y al bajar un repecho, nos dejamos caer en el Museo del Prado. No tuvimos otra cosa que hacer que irnos directos a ver una de las salas de Goya en la primera planta. De allí salimos corazón encogío, tras ver a Neptuno devorando a su hijo, la Batalla de los Mamelucos y los Fusilamientos del 2 de Mayo.
— Ojú…, que tarde llevamos, —le regalé a mi mujer— Vamos a ver a Velásquez y Murillo, hija, que al sevillanos tendrán más optimismo.
Después de dos horas viendo todos los cuadros del mundo, ya vistos en los libros de textos: Las Meninas, El caballero de la mano en el Pecho, La Inmaculada, cuadros de Tiziano, de Rubens, de Boticelli, de Picasso…, yo estaba más harto de pintura que si me hubiese comido entero a Cándido Rubio.
Cuando me preguntó mi mujer que dónde íbamos tras escapar del Museo, le dije sin dudarlo: — To palante...
Y así fue como nos vimos: la Fuente de Neptuno, el Congreso de los Diputados, con una manifestación pidiendo mejoras en la Sanidad Pública, el Museo Thyssen, (qué lista fue la Tita Cervera), el Teatro de la Zarzuela, Museo Naval, el Banco de España, Fuente de Cibeles, Gran Via, y la maravillosa esquina inmortalizada por el pintor Antonio López, La Puerta de Alcalá, de la siempre guapa Ana Belén, El Paseo de Recoletos, Museo Arqueológico, Biblioteca Nacional, ¿quien dijo que el saber no ocupa lugar?, Serrano y Goya, los rincones más codiciados en el Monopoly, quedaban justo detrás, Museo de Cera, dónde no existe un sólo muñeco que se parezca al personaje real, Plaza de Colón y La Castellana…
Justo ahí empezó a hablarme mi menisco roto, y a acordarse de todos los que quieren privatizar la Sanidad.
Comenzamos entonces la retirada. Yo iba como el pequeño Tim, el niño cojito del “Cuento de Navidad”, solo que mi mujer no quiso subirme en su hombro.
Manolo Martínez
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3 comentarios:
Anda...pues si lo llego a saber quedamos para conocernos y tomar un café. La próxima
Cuando vamos a Madrid también nos hacemos maratones para recordar, sobre todo los pies, pero te aseguro que mis días no dan para tanto y no es que se deba a que así nos dejamos algo para poder volver, es que el cuerpo no aguanta. Nos encanta Madrid y sus chucherías. Hay una cosa que os habéis dejado y no os perdono, ver "Cinco horas con Mario" con Lola Herrera. Estoy loca por ir a verla.
Un beso.
Ay...Lola, me hubiese encantado ver a Lola Herrera, pero ¿cuando?, si no tuve tiempo ni de dormir. Un beso fuerte.Esperemos que los dos aguantemos, Lola Herrera y yo, para una próxima visita a Madrid
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