Si les soy sincero, tampoco me importa demasiado, hay mucho cielo alrededor de ese trocito, más del que nunca podré mirar. Pero, también es verdad que, éste en concreto, es el que mirábamos la familia entera las noches de verano que nos íbamos a dormir a la azotea por mor del calor.
Mientras todos teníamos los ojos clavados en las estrellas aquellas noches, mi padre repetía siempre la misma pregunta:
—¿Qué habrá ahí arriba?
Pero ni mi madre, ni mis hermanos, ni yo, respondíamos, porque ninguno sabíamos qué había allí arriba. La pregunta se quedaba flotando en el aire hasta la siguiente noche que volvíamos a dormir en la azotea, y entonces mi padre volvía a las andadas: —¿Qué habrá ahí arriba?
Manolo Martínez
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