A lomos del caballo de hierro, camino de
Cádiz, llevaba yo metida esa coplilla en la cabeza, pensando en la bomba que mi
buen compañero, Sergio, nombraba sin parar.
De la estación al "Manteca” del
tirón, la mejor taberna de pescaíto frito de la Tacita de Plata, dicen.
El caso es que tal como llegamos nos fuimos. Una, dos y hasta tres veces lo intentamos. Imposible coger mesa.
Con el hambre como brújula, nos resbalamos por la caló pegajosa de la tacita hasta encajarnos, en menos de un cigarro, en el restaurante “El Faro”.
Buen pescaíto, pa mi mejó que el otro, porque el otro no lo probé, y fresquito en la barra, de ponerte una rebequita si la hubiese tenido.
Las tortillitas de camarones, según me dijo Antonio Serrano,(al que mando desde aquí un abrazo y le lanzo un guante para que me coja sitio en el Manteca), las mejores, las tortillitas de camarones digo, al parecer por la harina de garbanzo y nosequemás, el caso es que sí Canijo (de Carmona), que son finas finas…, te puedes comer un ciento y seguir comiendo.
Luego a la Peña Flamenca de Juan Villar, con media docena de veladores de madera güena, mirando al mar, impagable.
Con los zapatos en las manos y los pies en la arena, llegamos hasta la Caleta, ese ratito de paseo puede ser lo más parecido al cielo.
Y antes de meternos en el caballo de hierro de nuevo, frente a la catedral de Cádiz, una bomba. De chocolate. Mi cicerone, el chaval del Cerezo, me amenazó si me venía sin ella.
…y con las bombas que Sergio me aconsejó, tuvimos en boca una explosión de sabor, y en las venas, dos palás de colesterol. Buenísimas, Sergio, pero lo suyo hubiese sido venirse andando de Cádiz, porque nos tomamos no una, sino dos. Gracias.
Manolo Martínez
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