Uno va a tomar una cerveza con el amigo para confesarle sus aprietos, para compartir las alegrías, para escucharle, o contarle, desamores y contrariedades, y a veces, benditas veces, simplemente para aprender, para conocer a otras personas, otras briegas distintas a la tuya, otras maneras de vivir.
Pues bien, cada día, cuando camino por ella, aminoro mi paso cuando me acerco a una ventana con la persiana recogida que me asoma a un mundo fascinante, el arte de reparar el arte.
Me gusta detenerme frente aquella ventana el tiempo que dura un suspiro, para embelesarme con la hermosa faena de Luís Maqueda Toro, conservando y restaurando bienes culturales.
Con el primer trago de cerveza me entero de que fue en 2014, con un cuadro de San Peregrino, de los Servitas de Sevilla, con el que empezó su trabajo como profesional de la restauración.
Mientras Luís habla con la fluidez de quien ama lo que hace, Antonio de Mingalario, nos arrima dos trocitos de cielo metidos en un pan, pringaíta y chef. Ya con la segunda cerveza descubro que, una vez más, uno acaba en un sitio intentando llegar a otro.
De niño, Luís, estaba totalmente seducido por el mundo de la medicina, de la cirugía en concreto, y le encantaba utilizar como paciente “voluntario” a un viejo sofá al que destripaba, soñando con poder localizar su corazón, escondido entre muelles y fieltros, para poder repararlo.
Y jugando a ser cirujano, y buscando estudiar Bellas Artes, el inglés y otros tropiezos, le alojaron en su destino real: Restauración y Conservación de Bienes Culturales.
Luís, como yo, dice no creer en el destino, pero es curioso el azar, que acabó concediéndole lo que creía haber perdido por el camino:
El cuidado y la recuperación de sus pacientes, que sólo han cambiado de aspecto y ahora le vienen en forma de obras de arte, quedando el resto de los procedimientos exactamente igual que si se hubiera licenciado en Medicina.
Luís recibe a sus pacientes investido con su bata blanca y diagnóstica sus males de la misma manera que cualquier médico: con una radiografía que le habla de su estructura, abriendo y limpiando sus heridas, inyectándoles, en sus venas de maderas, vías por la que introduce compuestos que devuelven a los rostros, pies y manos de sus tallas los colores originales que delatan la salud recuperada.
Todo ello lo hace, a menudo, con el mismo material quirúrgico que utiliza cualquier sanitario, y combinando con acierto, las técnicas y materiales de restauración modernas con las certeros, por experimentados, métodos y sustancias naturales, que en la mayoría de los casos conservan con mayor garantía los arreglos permitiendo posteriores intervenciones con la máxima garantía.
Parafrasea Luís a Picasso, cuando habla de que a veces hay que desaprender en estas faenas del arte, para encontrar nuevos caminos que lo mantengan vivo.
Entre sus últimos trabajos está la restauración del Patrón de Higuera la Real, el Cristo de la Humildad, un Cristo velado cuya hermandad pidió a Luís, por respeto, que, mientras trabajara sobre él, mantuviera una vela encendida a su lado, circunstancia que Luís cumplió con la escrupulosidad del profesional que es.
También ha restaurado recientemente la “Inmaculada” de la Sacramental de San Pedro, realizada por Martín de Andujar en 1632.
Sirva de botón de muestra sobre la importancia del oficio de este joven carmonense una cláusula de la UNESCO, que establece que las restauraciones tengan una garantía de 150 años, garantizando el propietario, por supuesto, los cuidados posteriores mínimos de la obra de arte en cuestión.
Las casi tres horas de conversación que mantuvimos Luís y yo se me hicieron cortas, básicamente por la cantidad de conocimientos que este joven profesional compartió conmigo entre buchito y buchito de cerveza.
No se me subió el alcohol a la cabeza porque no le quedaba espacio entre las mil historias que, durante su amena charla, me fue llenando la tarde del viernes de información.
Entre los sueños en lista de espera, nunca se sabe, restaurar algún Cristo de Juan de Mesa, y cualquier retablo, ama los retablos.
Es totalmente cierto aquel tópico de que estamos ante la generación mejor preparada de la historia. Que lástima que la sociedad, las circunstancias y, muchas veces, la ignorancia, dejen escapar tantas posibilidades de mejorar el mundo como las que nos ofrecen estos jóvenes, apenas empatizáramos con ellos abriéndonos de orejas.
La cultura es, sin duda, la mejor herramienta para que los hombres prosperemos en esto tan voluble como maravilloso que es la aventura de vivir.
EN ESTA PÁGINA PUEDES SEGUIR LOS TRABAJOS DE LUÍS MAQUEDA TORO.
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