Nunca he vuelto a reírme con las
ganas que lo hacía con mi amigo Paco Pepe, escondido en esta foto en la
escalera del Colegio Salesianos. Qué flequillazos lucíamos hace cuarenta años:
Ángel, Paco, Joaquín, Antonio, Miguel Ángel, Pachón, Alfonso, don
Ramón....Aquellas carcajadas junto a
Paco Pepe no eran gratuitas, ni de coña, tenían su precio: dos buenas hostias
por el cura de turno, que ambos pagábamos muy gustosos, por reír sin freno
mientras intentábamos cantar en el coro. La cuestión era reír, unas veces por
el simple hecho de tener que estar silenciosos e inmóviles en las tres misas
semanales, otras por darle un pelotazo con un balón de curtis rojo al compañero
repelente durante el recreo, aunque, la
mayoría de las veces, no había ningún motivo de risa: símplemente nos mirábamos
desde nuestros pupitres y se desataba la risa tonta e imparable. No había más.
“Nunca he vuelto a tener amigos
como los que tuve cuando tenía 12 años, ¿alguien los tiene?”
A mi amigo Paco Pepe, con toda la nostalgia que cabe en mi corazón
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