Volar juntos a diario, ser
vecinos en el tiempo y en el espacio, precisa del reposo.
Y es ahí, en la quietud, dónde oteas el cielo, atisbas el precipicio, observas la
circunstancia, y esperas que el viento te haga levantar de nuevo el vuelo, que
no revoloteo, habiendo aprendido que la única forma de volver a volar juntos, es
que cada uno lo haga con sus propias alas.
Andiamo.
Texto: Manolo Martínez
Foto: Fernando Baeza
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