El coloquio tuvo lugar en la Terraza Karma gracias a Víctor Rodríguez, su dueño, que nos cedió este espacio único en Carmona para el encuentro, que ha conseguido un ambiente exquisito, tanto por el esmerado trato del equipo de Karma, como por su original decoración.
El resto tuvo un solo nombre, Irene.
Cuando se tienen veinticuatro años uno aspira a comerse el mundo e Irene se lo ha comido con un par de libros, pero, sobre todo, con una inusual madurez hermoseada con simpatía, sencillez y humildad al hablar de su éxito literario.
Esta escritora en ciernes ha hechizado con la prosa poética de su libro “De Homero y otros dioses” al mundo de las letras, hasta el punto de que, la prestigiosa revista Granta, la ha elegido uno de los veinticinco mejores escritores en español con menos de 35 años.
Irene consiguió que fuera la tertulia de “Comer, beber y hablar” en que más gente se ha bautizado como tertuliano: Elena, Rogelio, Carlos, Milagros, Irene, Mercedes, Ricardo, Margarita, Isabel, José Antonio y algún otro que me dejo en el tintero.
Allí estuvieron muchos amigos de su madre que le recordaron a Irene que:
“... que se le veía venir, que desde niña apuntaba maneras…”
Esta filóloga, y profesora de literatura, nos dijo que publicó su primer libro a los 18 años, “Caleidoscopios”, pero esa tarde comentó con los tertulianos el segundo, del que nos fue descubriendo el proceso creativo del mismo, así como su concepción de la literatura que ella no puede separar de la empatía con los personajes y con las historias que nos regala.
Para Irene la literatura, como el resto de las artes es una catarsis, a veces una redención, hasta el punto de emocionar a más de un lector, como ocurrió en la tertulia, ya que describe con tanta fidelidad experiencias como la vejez, la enfermedad o la pérdida de un ser querido, que nos descoloca a los que ya peinamos canas.
Cuando le preguntamos la procedencia de aquel profundo conocimiento, si era porque había vivido mucho para sus pocos años, o porque había leído tanto que era como si lo hubiese vivido, Irene nos respondió que era porque empatizaba con sus textos (o escenas como le gusta llamarlo a su mejor crítica, su madre)
Fue una hermosa tarde de tertulia llena del talento y la sensibilidad de esta mujer de estilizado porte que denota su amor por el ballet.
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