—¡Rana! Una cuña de chocolate y dos cigarritos a cuenta.
Esta era la frase más repetida entre los bachilleres de finales de los años setenta en el Maese Rodrigo.
Ni las declinaciones de latín, ni siquiera el etiquetado de los bichos asquerosos (gusanos y ciempiés) con nombres inmemorizables (miriápodos, platelmintos...) eran tan reproducidos como aquel “Una cuña de chocolate y dos cigarritos a cuenta”
Lo que son las cosas. A “esto” que vemos en la fotografía ha quedado reducido aquel bendito "Ventorrillo del Rana", alfa y omega de nuestra pubertad.
Allí nos fumamos los primeros cigarros, allí el Rana nos tenía al día de quién le gustaba a la niña que nos gustaba, y allí, en aquel cachito de confesionario, ahora pintarrajeado, conversábamos con aquel hombre siempre asomado a su ventana-mostrador, sobre las cosas del mundo.
Ojú Rana, quien pudiera volver a pedirte una cervecita “fiá”, mientras nos dabas consejo sobre como trajinarnos a la más bonita de la clase con aires de media capita.
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1 comentario:
Bonitas palabras, siempre en el recuerdo el RANA
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