No conozco a Tania de nada, pero de nada de nada. Bueno…, miento, sé que le gusta leer, que le gusta leer mucho. Que le gusta leer tanto, que visita las bibliotecas más desiertas y desabrigadas.
No conozco a Tania de nada, aparte de que le encanta la escritura de Francisco Umbral. Curiosamente, cuando me declaró su admiración por este escritor, yo me estaba leyendo “La noche que llegué al Café Gijón”, del entrevistado más famoso de Mercedes Milá.
No conozco a Tania de nada, salvo porque un día la escuché nombrar el título de un breve, pero interesante, libro, “Confesiones de un inglés comedor de opio” de Thomas de Quincey, que en su momento también disfruté.
No conozco a Tania de nada, a no ser porque hace poco me aconsejó una lectura porque yo se lo pedí. Me sugirió “La isla del día de antes” de Umberto Eco, de quien yo o había vuelto a leer nada desde su maravillosa “El nombre de la Rosa”.
No conozco a Tania de nada, pero gracias a ella, mientras buscaba esa isla de Umberto Eco en “La Casa del Libro”, conocí a Victorio, de Victorio y Lucchino, quien me habló, durante un agradable encuentro, de su amor por Carmona y la Virgen de Gracia.
Hemos quedado Victorio y Lucchino y yo, para cuando así lo quiera Esther, en volver a vernos para hablar de Carmona. Invitada quedas, Tania, cuando llegue ese reencuentro, para poder presentarte, curiosamente, a quien tú me presentaste.
Así que, muchas gracias, Tania, seguiremos leyendo.
Manolo Martínez
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