Con septiembre cerrando la puerta y un día inesperado, pero maravilloso, de agua y fresquito, uno festejaba ya empezar a sacar las cuasimaletas que venden los chinos para guardar las ropas por estaciones.
Pero, no me había acabado de echar la manga de la camisa de manga larga, cuando una gotita de sudor empezó a resbalarse por mi espalda.
¿Qué es esto?, me pregunté, y antes de volver a remangarme la manga de la camisa de manga larga, como el que sube una persiana, escucho al tío del tiempo decir que vuelve, que a casa vuelve…, que no se ha ido el caló.
Empecé a decirle de todo al meteorólogo de los cojones, cosas que no se pueden escribir aquí, y entonces me acordé de mi abuela cuando insultaba al presentador del telediario cada vez que éste daba una noticia mala, como si el pobre hombre tuviera el culpa de la mala nueva.
Así que ustedes me dirán ¿qué coño hacemos con las sábanas de pelito, el lobo marino o la trenka, el paraguas, las botas de goma para la lluvia, los calcetines gordos y el pijama de franela?
Ya hay algún que otro mantecao a la venta, pero, ¿quién se come un mantecao con las chanclas puestas? No pega. Cada cosa tiene su contexto, su ecosistema.
A uno le apetece masticar los polvorones con sus babuchas de paño mientras escucha a Raphael cantar “El pequeño tamborilero”.
Manolo Martínez
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