Todo es fácil cuando somos niños porque, hasta
lo que no encontramos, papá lo busca pronunciando las palabras mágicas:
—Pregúntale a mamá.
Y mamá te lleva de la mano hasta el tercer cajón del ropero, dónde te ha dicho mil veces que están tus calzoncillos.
Pero la historia se complica cuando crecemos, cuando empiezan a desaparecer las verdades, o a cambiar de cajón. El caso es que no están dónde siempre nos dijeron que estarían.
Ni los buenos están en el cielo ni los malos en el infierno. Al contrario, los malos viven como Dios, y los buenos…, bueno…hay veces que ya no sabemos ni quiénes son los buenos.
Mientras tanto, el mundo se sienta cada noche
a sorber los fideos contemplando como mueren miles de ucranianos, y millones de
ellos han abandonado sus casas, y lo peor es que cuando le preguntamos a mamá
(la ONU) se limita a pronunciar muchas palabras bien ordenadas intentando
justificar sus sueldos, pero poco más.
Nadie impide que sigan cayendo bombas que
matan a gente que solo quiere vivir en paz.
Y a pesar de todo, cuando algunos intentaron cambiar este mundo (Jesucristo, Ghandi, Martín Luther King…), el mundo va y los quita de en medio.
Ufff…mamá…¿sabes tú en que cajón del alma de
los hombres está la compasión?
¿En que cajón, mamá, guardaron las madres de
los malos (porque los malos también tienen madres), el sentido común de sus hijos?
Mamá. ¿Mamá? ¿Por qué no me contestas?
Manolo Martínez
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