Podría haber sido, perfectamente, un galán de los años cincuenta, un “Tironepave” andalú.
Pero Antonio, “el Porrita”, no tuvo que irse a jólivu para hacerse querer. Su planta, su labia, su gracia, su pelo peinado hacia atrás y sus maneras alegres de vender, le pusieron en el Top Ten de los tenderos de aquella Carmona en blanco y negro, en la que la UHF era la única opción a la primera.
Nuestras madres iban a la tienda del Porrita a comprar una pastilla de avecrem, aunque tuviesen media caja aún en la alacena, pero iban a que Antonio se “metiera” con ellas, les contara cualquier mentira, o las piropeara como nadie lo hacía.
En aquella tienda, pegada a Santa María, se despechaba por kilos agrado y simpatía.
Dicen los pesimistas que cualquier tiempo pasado fue mejor, pues va a ser que sí.
Manolo Martínez
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2 comentarios:
Nadie lo describió de forma tan acertada como lo ha hecho.
Un gran enamorado de su tierra, de sus raíces y de las costumbres locales
Describes a la perfección a mi padre, amante de su tierra ,cultura y tradiciones. Su sentido del humor, bromas y chascarrillos daban un toque muy peculiar al tendero de barrio.
Es que hasta para vender latas de conserva hay que tener arte!!!!
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