Por mucho que cambien los tiempos, hay cosas irremplazables en la feria, cosas que forman parte de su paisaje, como el niño llorando esmorecido porque quiere ir por enésima vez a los cacharritos, la flamenca quitándose los tacones para comprobar si aún tiene dedos, Valerio, Zafra y Merino recordando jugadas entre cerveza y cerveza en la Carmo, o los dos pucheros…
El primer puchero es ese caldo blanco por él que navegan picatostes,
taquitos de jamón, entre el amarillo y el
blanco de un huevo duro y las dos hojitas de hierbabuena. Es el que nos compone
el cuerpo tras llegar de la feria “jartito” de manzanilla.
Y eso nos recuerda que eto..eto…eto….(como decía el
cochinito Porky) se ha acabado, y es ahí donde nace el segundo “puchero”, el
que antecede al llanto, por el miedo a
volver al desierto sin rebujito del lunes. Menos mal que no sólo de pucheros
vive el hombre.
Manolo Martínez
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