El agua está cara, carísima. A la vista está: el pájaro bebiendo de los charquitos que deja el aspersor porque ya no puede pagarse Lanjarón, Solán de Cabras ni Fontvella.
El agua está cara, carísima, pero no lo suficiente al parecer, porque todavía dejamos el grifo abierto mientras nos cepillamos los dientes, o dejamos que corra el agua en la cocina mientras hacemos otra faena, o nos duchamos durante tres cuartos de hora mientras escuchamos música (sobre todo nuestros hijos).
El agua está barata, baratísima, si tenemos en cuenta que no acabamos de asumir que el agua no es nuestra porque la paguemos, sino un bien público que escasea a pasos agigantados.
El agua está barata, baratísima, todavía, porque aunque los pájaros beban en los charcos, los pajarracos hacen pozos sin licencia, o se conectan a las aguas subterráneas protegidas para utilizarla a su antojo sin pago ni miramiento alguno.
No le he pedido permiso a José
Antonio Molina, el autor de esta fotografía, para utilizarla, porque estoy
seguro de que él tampoco le pidió la venia al pájaro para dejarse fotografiar.
Manolo Martínez
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