Mi gato es mi rincón favorito de la
casa, por eso le busco cuando algún problema me firma la cara con ojeras.
Le observo mientras mueve sus patas con cuajo,
sin prisas, como si estuviese practicando taichi, y me relaja ver como se
despereza bajando su barriga peluda hasta rozar el suelo.
Me ha enseñado a hacer las cosas despacio, y a
no maullar por todo.
A diario me aconseja, con su estoicismo de andar
por casa, que las cosas se aceptan, o se dejan pasar, pero sin manosearlas
tanto en la cabeza.
Restregándose por mi pernera me está demostrando
que para conseguir favores es mejor la miel que la hiel.
Y es que los mininos son más “suavones”, más prácticos.
A los perros los ves venir, van más de frente y
son más desinteresados.
Éstos buscan sólo afecto, y aquellos hacen caja,
rentabilizan sus restregones.
Pues como las personas, gatos y perros se pelean
porque ven (porque vemos) el mundo de distintas maneras.
¿Tú eres más de ladrar o de restregarte?
Manolo Martínez
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