Ven los enamorados, en su estado de enajenación transitoria, que sus amadores están llenos de virtudes y que hasta los defectos, lejos de ser máculas en la relación, acaban percibiéndose como atractivos añadidos. Como un lunar en la comisura de los labios. ¿Qué sería de un amante sin lunar? Sobre todo cuando éstos, los lunares, están escondidos, cuánto más mejor. ¿Qué luego la peca se convierte en verruga?...hay más dermatólogos que piedras de mechero. Esta preciosa canción me la regaló gente especial el lunes de resaca, y me sentó mejor que el consomé con mentha spicata (perdonen la cursilería, con yerbabuena, coño).
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