De entre los goces, no lujuriosos, que nos ofrece cualquier rincón de cualquier día, está ese momento, absolútamente jubiloso, de dar una calaíta, a escondidas, en los primeros días de ayuno fumador. Esto de quitarse del tabaco es un tormento de tal calibre, que deberían investigar la abnegación, el sentido del sacrificio y el virtuosismo, de los candidatos a ex fumadores. Esta renuncia, involuntaria, urdida por esas hordas de consejeros adictos a jodernos la vida, requiere tal entereza, que sólo un puñado, de odiosos elegidos, alcanzan la cima del propósito. El encanto de lo prohibido, la fascinación por lo vedado, el hechizo de una calaíta, aunque sea de un cigarro ajeno, embruja el preciso instante en que, tus labios, quebrantan aquella solemne promesa de no volver a echar humo, intención, que a punto estás de conseguir, justo en ese absurdo segundo en que, tu voluntad, sucumbe a la chupada, a la succión y a la bocanada. Aspiras y sorbes, con tal intensidad, el despreciado vapor, que casi masticas el humo. Entonces, cegado por el miedo a perderlo, vas, y te lo tragas, cual fumador mamón, dejando escapar, apenas, un hilillo delator, que se derrama por la nariz. Ya está. Ocurrió. Tú no querías, pero ha sucedido. Y ahora empieza el calvario de las disculpas hacia ti mismo, de la caza y captura de los verdaderos culpables, esos que se comprometieron contigo a dejar de fumar, y, seguro, que sin decírtelo, se han rendido antes que tú. Lo sabes porque están contentos, no están abatidos. Esbozan una media sonrisa delatora de su traición, y porque, seguro, totalmente seguro, que esos fariseos que te arrastraron a aquella fatal decisión de dejar el tabaco, son más débiles que tú, seguro, seguro. Bueno, el tabaco no ha podido ser. Esta tarde empezamos las clases de inglés, y en marzo nos apuntamos al gimnasio, y para mayo, cuando pase la feria, total son cuatro días, volvemos a dejar el tabaco, pero solos, no necesitamos a nadie. Antes de este verano, estaremos sin fumar, hablando un inglés de Oxford, y con la barriga llena de tabletas de chocolate, del Lidl, y por dentro de la susodicha, que digo yo, que eso es lo que hacen Ronaldo y compañía, tragarse las tabletas enteras, y luego apretar el abdomen, como cuando te da un retortijón, para que se les señalen las onzas sobre la piel de nuestra peluda barriga, ¿no?
Manolo Martínez
6 comentarios:
¿Seguro que estás hablando del tabaco?...¡Mira que yo soy muy rebuscao!
¡Hola Manolo!
Un relato muy agudo... Y sufrido.
Saludos de J.M. Ojeda.
P.D. Buen fin de semana.
pues si que debe ser un buen gozo una calaita con esas vistas.
No es para tanto, mira si es así, que yo he dejado el tabaco, no sé si 33 o 333333 veces Manué, así que ánimo.
Manolo, esas son las mismas que yo lo he dejado. Bueno...llegará. Gracias por tu comentario
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