Van cerrando
las tabernas de Carmona cuyo sello era la tiza en la oreja del mesonero. La
Sacristía, La Noria, El Cochera, Aroca, Pastrana...tascas de aquellos tiempos
en que los hombres tenían nombres de hombre (Manolo, Juan, Pepe...), no de
telenovelas ( Jonathan, Steven, Iker...)
Con ellas se
nos va una forma de entender el mundo, porque allí acudíamos a hacer tertulia,
a contarnos nuestras cosas y las cosas de nuestro pueblo.
Todas echaron
las llaves a sus puertas, pero a todas se les olvidó cerrarlas en nuestra
memoria, en la que Manolo sigue asomando su mano por la reja con un platito,
blanco y ovalado, lleno de "chochitos", y Pepe "tirando"
cervezas. Lo siento, ahí nunca vais a poder jubilaros.
A propósito, "...cuando puedas...llena aquí"
A propósito, "...cuando puedas...llena aquí"
Eso no se
hace. Nos habéis dejado tirado. ¿Dónde coño vamos ahora a arreglar el mundo?
¿Desde dónde le
vamos a decir al mejor jugador del mundo como debe tirar el penalti? ¿Y en qué barra increparemos a los políticos
de turno?
Una solución
nos la ofrece Chesterton en su novela "La taberna errante", en la que
un tabernero y un capitán, ante el cierre de todas las tabernas, recorren
Inglaterra rodando un barril de ron. De cuando
en cuando paran para abrir el grifo del tonel y reinventan la vida en cada una
de esas chicotás.
No es mal
remedio, habrá que pensárselo. Lo malo es cuando tengamos que rodar la barrica,
y la barriga, Prim arriba.
Manolo Martínez
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