Observando el plácido sueño de Charlot, cavilo sobre lo que hizo para entrar en trance. De momento, seguro que no se acostó mirando el móvil, como hacemos todos. Tampoco creo que se metiera un plato de espaguetis a la bolognesa entre pecho y espalda antes de llamar a Morfeo.
Pero lo acostarse con hambre y sin mirar el móvil porque se quedó sin batería, alguna noche también lo hemos hecho todos, y aún así nos ha cantado el gallo con los ojos como platos.
Resuelto. Es la almohada la que nos tiene en vela. Ni de plumas, ni de cervicales, ni la viscoelástica de Alohe Vera. Ya estoy buscando una almohada de perro, de perro vivo claro, porque estoy seguro de que es el vaivén de la barriga del can respirando, el que nos meterá el sueño en el cuerpo, como cuando nos mecían en la cuna que nos quedábamos KO. Lo dicho, almohada de perro. ¿Las tendrá Ikea? En Amazon seguro.
Manolo Martínez
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