Sin embargo, los enanos sí exigen su nómina diaria de
caramelos, que los abuelos menguan con retenciones por travesuras acumuladas.
Los nietos tienen miel en la mirada, canela en la palabra
y limón en la intención, son estrategas de primera división. Y por si fuera
poco su poder, manejan con maestría un arma infalible, sus lágrimas.
Estos Villarejos en miniatura despliegan todas sus
artimañas: "Me callo si me llevas al kiosko".
Y allí, delante del kioskero, cierran sus tratos: un
beso, tres paquetes de estampitas; un abrazo, un chupa-chups gigante.
Vale, vale, ceden los abuelos, pero no se lo digas a la
abuela.
Al caer la noche, los críos emprenden un largo camino de
bostezos hasta la cama, y pegados a éstas, padres y abuelos, pensamos en
aquello que escribió Antonio Gala: "…cuando el mismo Dios se sorprende de
haber urdido algo tan hermoso como el amor".
Mientras nos retiramos de puntillas para no despertarles,
duendes, gnomos y hadas, esperan que salgamos para entrar ellos y fraguar sus
sueños.
Desde la puerta entreabierta les decimos muy bajito:
—Que sueñes con los angelitos.
—Mejor con Messi, porfa...
Nos dicen los muy sinvergüenzas, levantando su cabeza
cuarenta y cinco grados.
Manolo Martínez
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2 comentarios:
Mi abuela fue lo mejor del mundo mundial en mi vida, siempre estará en mi memoria.
Un beso.
Un beso, Lola, las abuelas fueron siempre las abuelas
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