Son los que nos miran cuando atravesamos sus murallas, camino de su redondo ombligo, la Plaza de San Fernando, hasta llegar a su corazón, Santa María.
Sus calles, como brazos, nos abrazan mientras las paseamos hasta llegar a su espalda, el campo, que se derrama desde la terraza del hotel Alcázar de la Reina hasta las Cuevas de la Batida.
Decía la gente de la quinta de mi padre, que la espalda más bonita del mundo era la de Kim Novak, la bruja que les enamoró y la que les provocó en Vértigo, pues algo así es lo que nos suscita la espalda de cielo y campo de Carmona.
Manolo Martínez
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