Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una. (Voltaire)
Alguien dijo que, dentro de veinte años, lamentaremos más las cosas que no hicimos que las que sí hicimos.
Hay que poner patas arriba la rutina, esa que nos lleva, como el Péndulo de Foucault, del trabajo a la cocina y de ésta a los tendederos, para luego empezar a llevar y traer niños a las actividades, que yo no he visto más actividades que tienen ahora los niños, y todas con chófer, no vaya a ser que se “partan” por ir andando a las clases de inglés.
Haya que buscar un “algo” que te haga hacer cosas diferentes a las habituales, que te de placer y te llene por dentro, como decía Picasso, que libere tus endorfinas para sentirte bien.
Ganarte la vida haciendo algo que nada tiene que ver con lo que habías hecho hasta ahora, conocer gente con otros puntos de vista sobre todo, o cosas tan a la mano como una tarde cualquiera hacerte un par de bocadillos de filetes empanaos e irte al campo.
Porque dónde los filetes empanaos están buenos de verdad es en el campo.
Sentarte en la hierba, mirar al cielo, mirar a los ojos a tu mujer, que es lo mismo que mirar al cielo, quitarle el papel de orillo a los filetes empanaos, y esconder para el final, esas zurraspillas quemadas que se quedaron en la fiambrera, ¿no es eso la felicidad?
¿O eres de los que necesitas un coche que no quepa en la calle y tener escriturados a tu nombre más metros cuadrados que nadie?
Los filetes empanaos en el campo, y en buena compañía, me los puedo comer cualquier día, luego, cualquier día, soy feliz.
Manolo Martínez
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