— ¡Qué jartura, Pepi! ¿Es que tenemos que está en toslaos?
— Montas un cisco por una chochá, cariño. Hay que exprimir la vida. Mira tu prima, la de Alicante, sin querer gastar, ahorrando hasta el último céntimo, y lleva diez años comiendo lentejas, chícharos y garbanzos de lunes a domingo, desde que la metieron en la residencia.
Luisito, mientras aprieta bañadores y toallas en la maleta, masculla entredientes:
“Si pido tortilla y croquetas en la primera convidá de la caseta, ya tengo para la segunda paraíta del camino…, y si la segunda noche en el Rocío hago fullerías, digo que me encuentro mal, y no pongo para las rondas de cubata, de ahí saco para las cervecitas con chocos en el chiringuito de Matalascañas”.
— ¿Qué estás murmurando? Habla fuerte omío, que nos enteremos tó (le chilla la parienta mientras plancha, uno por uno, los lunares del vestío)
— Decía, amor mío, que me muero de ganas por ir al pescaíto mañana, llenarme los botos con las arenas del camino el jueves, y bañarme en Matalascañas el viernes.
— ¿A qué sí marío…? Pero no creas que me olvidao de ti, amore mío. El domingo, cuando volvamos de la playa, entramos a despedirnos de la Blanca Paloma, y de allí a la caseta, con tus amigos, los cierrabares, no vayan a decir que eres un meapilas y que tasquitao de en medio para no invitarles.
— Uhmm…, yo es que había pensao…, que a la vuelta podríamos, ¿ir a casa de mi madre a comé arró con pollo? Ya sabes lo bueno que le sale.
— ¿Arró con pollo? Ya vas a estar con ladalicante comiendo chícharos.Manolo Martínez
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