La primera mano es la de tu madre. Esa te peina y te repeina, luego, en
cuanto pisas Feria, se abrocha tus cinco deditos a la palma de su mano, y te
lleva y te trae, como si estuvieras pegado a ella. Ni para mear te suelta. No
vaya a ser que el niño se pierda, con lo caro que están los niños.
La segunda mano es la de tu novia, la que será tu mujer. Esa te acompaña y afloja un poco la forma de agarrarte, no mucho, porque en cuánto pasa una flamenca guapa, te la aprieta con la misma fuerza que te la apretaba tu madre cuando tú tirabas pa los cacharritos.
Esa mano te acaricia, y te sujeta la cara, no para limpiarte los mocos, como cuando te la sujetaba tu madre, las madres siempre se llevan la peor parte, sino para darte un beso, un beso de churros con chocolate en los Hermanos Pernia.
Y la tercera, la mano que te lleva por las calles de la feria, y de la vida, es la mano de un niño. Primero la de tu hijo, y luego, con un poco de suerte, la de tu nieto.
Manolo Martínez
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