Las chicas y los bares tal vez no volverán, pero podríamos tomar una última cerveza, amigo, por los viejos tiempos.
Una copa de camarería mientras escuchamos a Elvis cantando “Llorando en la Capilla”, que ponías hasta que la aguja rayaba el disco de vinilo, en aquellos guateques que hacíamos a escondidas en el sótano de la casa de Paco.
No he vuelto a reírme con las ganas que lo hacía contigo, amigo, mientras hacíamos intentos, siempre fallidos, para cantar en el coro con don Andrés, de nuestro colegio Salesianos.
Nunca he vuelto a tener amigos como los que tuve cuando tenía 14 años, cuando lo importante era lo verdadero, la inocencia y las ganas de pasarlo bien.
Menos mal que, cuando dejamos el colegio, cada uno tiramos por un lado: el trabajo, los hijos, la familia…, fue la única forma de conservar intacto el recuerdo de aquellos maravillosos años sin contaminarlos con las tonterías con las que, llegados a viejos, medimos la vida.
Como dice la canción escocesa con la que despiden el año los americanos:
Por los viejos tiempos, amigo mío, por los viejos tiempos: tomaremos una copa de camaradería por los viejos tiempos. Y seguro que tú pagarás tu trago. Y seguro que yo pagaré el mío.
A mi amigo de la niñez, Paco Pepe,
con toda la nostalgia que cabe en mi corazón.
Manolo Martínez