El peso enfrentaba nuestras necesidades a nuestras posibilidades. Esa tira y afloja entre el tendero y la clientela, era una enseñanza imprescindible para llegar al final del día sin apuntar más ditas de las asumibles.
—Pepi, de estos entran pocos en el kilo.
Le soplaba al oído el tendero, señalándole así a Pepi la mejor mercadería, que, a menudo, coincidía con la más cara, con lo que Pepi tenía primero que echar cuentas.
Lo mismo ocurre con esas personas que van dejando su impronta en las
relaciones con con los demás, que entran pocas en el kilo, no por caras, sino
por claras, por su calidad humana, como Fernando Baeza.
Dicen que los indios Lakotas no perdían el tiempo dictándole normas a sus hijos porque sabían que la mejor norma era su propio comportamiento. Lo que haces tiene siempre más valor que lo que dices, por tanto no me digas que no fume si tú fumas.
Fernando Baeza es un claro ejemplo de esta manera de entender la educación.
Desde que le conozco, su
discurso y su conducta han ido de la mano y, aunque esto parezca una
obviedad, no es lo corriente en los
tiempos que corren.
Fernando, como buen corredor
de fondo que fue, ha perseverado toda su vida en cuántas actividades emprendió.
Ha sido un profesor ejemplar
que inculcó a sus alumnos el amor al deporte, hasta el punto de hacer de éste
una filosofía de vida. No hay día que no le veamos con su bicicleta y su casco
callejear por Carmona para ir a dar clases, para comprar el pan o para entrenar con sus compañeros de tenis de mesa,
el deporte con el que ha paseado el nombre de Carmona por toda Andalucía,
consiguiendo hacer de este, en un principio minoritario deporte, una disciplina
deportiva a la que muchos jóvenes carmonenses han optado gracias a la generosa
entrega de este incansable hombre.
Pero, Fernando es, por encima de todo, un tío legal, de los que, cómo se decía antes, se visten por los pies, de los que entran pocos en el kilo. Hasta su paso por la política fue discreto y con una retirada digna, con lo difícil que son ambas cosas en esos pantanosos terrenos, que él supo impregnar de honestidad y de trabajo, únicas premisas para ser respetado tengas el color que tengas.
Fernando empezó a entrenar
siendo un niño, y hoy, un señor en la plenitud de su vida, sigue haciéndolo con
el mismo entusiasmo.
Es un buen tipo al que me honra
haber conocido, y con el que me queda la espinita de, a pesar de haberle disputado más de un partido de tenis de mesa, nunca haberlo ganado. Está claro que es mejor.
Manolo Martínez
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