CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


lunes, agosto 16, 2021

OCURRIÓ EN LA NECRÓPOLIS DE CARMONA


 "Así en la tierra como en el cielo" es un paseo por las estrellas desde la Necrópolis de Carmona y a través del cual, Diego, nuestro cicerone, nos hizo estirar las piernas entre las tumbas romanas y alargar la vista hasta las estrellas que salpicaban el cielo de agosto. Acabó encogiéndonos el corazón al recordarnos que estamos hechos del mismo material que las estrellas: carbono, hidrógeno, oxígeno..., por lo que al igual que procedíamos de ellas, a ellas volveríamos al morir. 

Es justo felicitar a la Necrópolis de Carmona, y a Pepe, su director, por esta maravillosa iniciativa. 

Durante más de dos horas, que supieron a poco, Diego fue tejiendo con su verbo largo y sus amenas maneras, una historia repleta de mitos y personajes reales, como los descubridores e impulsores de la Necrópolis (Jorge Bónsor, Manuel Fernández López y el Calabazo) una soberbia trama que nos mantuvo atentos a los treinta asistentes. 

Si tuviera que elegir dos momentos, serían estos: 

Primero, el paseo desde la Tumba del Elefante a la Tumba de Servilia, alumbrados por unos farolillos que cada uno portábamos y que, vistos desde la distancia, nos daban el aspecto de la Hermandad de las Ánimas Benditas recorriendo la noche entre aquellos caminos de piedras y con algún mochuelo silvando de cuando en cuando. 

Y el otro instante sería justo el final del recorrido, cuando todos apagamos esos farolillos, quedándonos a oscuras en el centro de la Tumba de Servilia. Cerca de las doce de la noche, Diego unió con su puntero láser la Tumba de Servilia y nuestros ojos a la estrella polar primero, para luego y llevándonos a otras estrellas que, aunque separadas por años luz, nuestro cicerone las recorría a golpe de muñeca con su láser. 



Pero, de todo lo que allí se dijo, hubo algo que me dejó cogitabundo. 

Fue, cuando al señalar una estrella, explicó que la luz que emitía había tardado casi dos mil años en llegar hasta ese mismo momento en que la observábamos. 

O dicho de otra forma, que lo que estábamos viendo pertenecía al pasado, justo al tiempo en que la necrópolis ejercía su actividad enterradora, allá por los siglos I y II después de Cristo. 

Era como si hubiésemos viajado en el tiempo. Resultaba inquietante aceptar que percibíamos aquella estrella tal y como era hacía veinte siglos, cuando en aquellos mismos caminos que ahora pisábamos, andaban también los romanos enterrando a sus romanos, y posiblemente, si creíamos en la Teoría de la Relatividad, estaban entre nosotros en ese preciso momento, aunque no lo pudiésemos ver.

En resumidas cuentas, una maravillosa experiencia la vivida en nuestra Necrópolis de Carmona.

Manolo Martínez

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