Si Cupido te viera ahora remeterte los bajos del pijama en los calcetines en cuánto llegas del trabajo y te duchas, volvería a tirarte la flecha de nuevo, pero a matar.
Te has convertido en un tontolaba que arrastra unas babuchas de paño con el escudo del Betis, que se sienta al borde de la cama para coger impulso y echarse a andar, y que bosteza abriendo la boca como el león de la Metro, en cuánto se acaba los fideos.
—¿Tú me quieres? —le endilgas a la parienta.
—Manquepierda —dice ella mirándote las alpargatas
del Betis.
—¿Y tú a mí? —le pregunta ahora ella a él, enfundada en su bata de guatiné.
—Yo lo que tú digas —dispara él mientras apunta al televisor con el mando a distancia.
Entonces descorcha la botella de champán. Ni pum. Ni burbujas ni derramamiento de espuma.
—Ojú...¿de cuándo es Maribé?
—Oyoyoy..., tiene menos fuerza que tú....
A los enamoramientos, como a las cortinas del salón, hay que darles un lavaíto de cara de cuando en cuando, airearlos con algún viajito, zurcirle los rotos, y pasear de la mano de lunes a domingo, y no solo de domingo a lunes.
Manolo Martínez
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