CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


sábado, diciembre 24, 2022

LAS GAFAS DE LA NAVIDAD

Llevo con gafas toda mi vida, yo creo que nací con ellas, y claro, he cambiado de montura y de cristales tantas veces como pelos tengo en la cabeza.

Pero no he encontrado ninguna que me haga ver las cosas como aquellas gafas que me hacía con los papeles de colores de los mantecaos.

Las tardes de navidades yo merendaba mojoncitos de perro (alfajores según los cursis), y lo hacía para hacerme unas gafas de colores con el papel de celofán con que se vestían esos polvorones.

No había nada comparable a, de buenas a primeras, ver a mi madre verde como un cebollino, mientras desespumaba el puchero, y el puchero también era verde, y los infernillos verdes verdes, todo en la cocina era verde con mis supergafas verdes.

Luego, salía de la cocina y me iba al cuarto de estar, al salón, y al comedor que, por cierto, los tres eran la misma habitación; era entonces cuando me comía el segundo mojoncito de perro, ahora envuelto en celofán azul, y no veas…, ahora veía a mi abuela azul, azul pitufo, y el mueble de bar azul, y las paredes azules… y, ¡coño!, mi madre, que hace un segundo era verde, ahora estaba azul.

 Ahí me asusté y me quité las gafas de celofán azul para comprobar que mi madre tenía su color carne de toda la vida, pero estaba roja, rojo enfado, y eso me llevó al borde del infarto.

¿Cómo la veía roja si no la estaba mirando con ningún papel de colores?

Y entonces ella gritó para decirme:

¡Manolito, me tienes negra!

…ahora decía que estaba negra. Verde, azul, roja… y ahora negra, pero ¿a ver si me iba a cargar yo a mi madre con tanto cambio de color, como si fuera un camaleón, una camaleona?

La respuesta la puso delante de mi cara cuando me cogió por la oreja y me llevó  hasta la media caja de mojoncitos sin papel, que yo había ido desnudando y apilando, para ir viendo la vida de todos los colores en los que venían liados los susodichos.

- ¿Y ahora quién se come todo esto antes de que se pongan manío?

- Papá…a papá le encantan maníos. 

... o eso era lo que yo creía cuando veía que mi padre, con el respeto que le tenía a la comida, no permitía nunca que se tirara. Todo lo contrario de lo que hoy le permitimos a nuestros hijos. 


Con lo bien que nos educaron nuestros padres, que regular lo hemos hecho nosotros. Si creen que exagero, abran ustedes cualquier bolsa de basura antes de tirarla al contenedor. ¿Lo ven?


Feliz Nochebuena a todos.

 

Manolo Martínez

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