Al torero Rafael Gómez, “El Gallo”, le preguntó uno de su cuadrilla que qué era lo clásico, y éste le respondió: “Lo clásico es lo que ya no se puede hacé mejó”.
Pues algo así pasó la noche del Jueves Santo en la revirá hacia Fermín Molpeceres con la Hermandad de la Columna. En aquella esquina estaba todo lo necesario para que ya no se pudiera hacer mejor.
Estaba el Cristo atado a la Columna portado por una excepcional cuadrilla de costaleros, entre los que se encuentra mi hermano José Antonio, del que me siento orgulloso, estaba la Virgen de la Paciencia con uno de los mantos más bellos de la Semana Santa, estaba la Banda del Arrabal de Carmona bajo la batuta de un músico de raza, Alexis Navarrete, estaba Antonio, el Porrita, un imprescindible de la Hermandad de Santiago, sentado en una silla en la puerta de su casa, y estaban dos saeteros de lujo, Manuel Delia y Francisco Castro, en el balcón de la casa de Antonio.
No importa, si por error, mandamos a la papelera del móvil aquellos momentos que muchos grabamos, porque han quedado guardados para siempre en nuestra retina.
Y no, no pudieron hacer mejor, entre todos, aquella revirá: el capataz, los costaleros, los músicos y los saeteros, porque todos estaban en una misma cosa, el amor a lo que hacían.
Manolo Martínez
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