Joaquín Villa ha desposado, en esta bellísima fotografía, a la piedra con el cielo, uniéndoles en un matrimonio que ni siquiera la muerte podrá separar.
Cada año, al llegar la semana grande, este casorio de nubes y piedra, abre de par en par sus puertas a las cientos de carmonenses que procesionan, por las angostas calles de su ciudad, portando cirios, promesas y peticiones bajo distintas advocaciones: Servitas, Despojado, Esperanza, Amargura, Expiración, Angustias, Columna, Desamparados, Humildad, Nuestro Padre y Santo Entierro, pero en torno a una misma intención: vivir en paz.
Manolo Martínez
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