Pero la melodía, que más me alegraba, era la del tintineo de las tapaderas sobre las cacerolas que acarreaba la gente, por medio de las calles, aquellas nochebuenas en las que los hijos iban a comer a casa de los padres, o los padres a casa de los hijos.
Nada que ver con las fiestas de ahora, que parece que nadie tiene casa un día tan de estar en casa, desde que nos ha dado por celebrar esta fiesta en los bares.
Pero volvamos a la música, y a las sinfonías que nos avivan los recuerdos:
Un tenedor frotando una botella de aguardiente, el “yo me remendaba yo me remendé…”, el sonido del papel arrugándolo contra el pecho para formar las montañas del nacimiento, o los niños de San Ildefonso cantando los números de la lotería.
Aunque mi melodía preferida sigue siendo la conversación de toda la familia alrededor de la mesa después de comernos el pavo.
En fin…, si pudiésemos meternos en uno de aquellos Cinexim de color naranja, ¿se acuerdan ustedes?, y darle al tiempo patrás y palante, a nuestro antojo, sólo con darle vueltas a la manivela.
Háganme ustedes un favor, por favor, cierren los ojos, ahora mismo, y escuchen.
Se oye perfectamente: el roce de la cuchara sobre la olla, la voz de los niños de San Ildefonso, o las castañas saltando en las cacerolas. Es la navidad que nos está hablando.
Felices Pascuas y salud para todos.
Manolo Martínez
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