John Donne escribió que nadie es una isla completo en sí
mismo, que todos nos necesitamos. Y eso es lo que nos viene a decir este roce de labios
suicida. A esa mujer la besan los tres pasajeros, porque ¿existiría ese
arrumaco sin los dos amigos que sujetan las piernas del besador? Es verdad que
ninguno de los dos que se asoman a ese desesperado abrazo intercambia saliva,
ni mete lengua, si acaso se la muerden para aguantar el peso, pero ¿que ocurriría si le
soltaran?, sin premeditación ni alevosía. ¿A dónde iría ese beso? ¿Alguien duda que desaparecería, al igual que los dientes del enamorado?
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