Al final de una calle siempre hay otra calle, incluso cuando la calle no tiene salida, porque siempre queda la opción de darte la vuelta y caminar por la misma, que ya no es la misma, como también nosotros somos distintos después de haberla recorrido, la calle y la vida.
Que todo cambia es una verdad incontestable. Todos lo comprobamos cuando,
aún pasando a diario por el mismo lugar, nunca palpita igual. La misma calle
tiene noche o luz del día, tiene frío
entre sus casas o calor sobre las piedras. O hay bullicio o hay soledad.
Pasar a diario por el mismo sitio te hace que dejes de mirar, lo mismo que
ocurre con el vivir. Se nos escapa la flor que nace en la maceta. No vemos la
ventana a la que se asoman otras vidas, ni prestamos atención al trozo de cielo
que techa la calle.
Y sin embargo la ventana, el cielo y la flor siempre estuvieron ahí, sólo necesitaban
tu mirada para existir.
Manolo Martínez
1 comentario:
En efecto. Muchas veces hago fotografías de los mismos lugares, una y otra vez. Pueden parecer iguales, pero son distintos, porque según el día en que hagas la foto, lleva impregnado un sentimiento u otro.
Besos vecino :D
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