Hay que ver la de lágrimas que hemos derramado delante de un plato de garbanzos, más que por la novia que nos dejó.
— ¡Como se te ocurra levantarte sin acabar el plato, te vacagá!
Si llegamos a saber la de “garbanzos” que la vida nos iba a poner por delante, se nos hubiesen hecho las tragaeras más grandes.
Eso sí, podemos echar mano de los recursos de mamá, y machacarlos y triturarlos (los garbanzos digo), cuando son el único menú del día, para que nos “entren” mejor (me refiero a las circunstancias, esos garbanzos negros con los que todos nos tropezamos en el día a día).
El plan b es levantarse de la mesa, aún a sabiendas de la ostia que te puedes encontrar.
No hay otra: o comes garbanzos el resto de tus días, o te levantas de tantas mesas como sean necesarias
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