Pero, ¿y vivir…, vivimos? Porque la silla existe pero no vive, y lo del gallo empadronado en una jaula no es vida. Como tampoco es vida la de los bancos haciendo trampas para cobrarnos comisiones por todo, pero existen. Ni viven ni dejan vivir los muy cabrones.
Vivir es otra cosa. Es darle la espalda al miedo, decir lo que piensas y
hacer lo que realmente deseas.
Vivir debe ser algo parecido a lo que hacía John Wayne en sus películas cuando, sin pensárselo dos veces, le partía la boca al malo de un solo puñetazo. Luego encendía un cigarro, pedía un güisqui que se tomaba de un trago sin quitarse el sombrero, y besaba a su chica mientras galopaba por la calle principal del pueblo sin mirar los semáforos, entre otras cosas porque nos los había.
Queda claro que, por mucho que insista Julio Iglesias, la vida no sigue
igual, ni de coña…, a no ser que seas capaz de retorcerle el cuello cada mañana
al gallo que te despierta para ir al trabajo, o le des un beso de tornillo al
director del banco.
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