CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, agosto 30, 2020

Cuando la calle San Pedro era el corazón de Carmona


     Las calles nacen, crecen y envejecen, como las personas.

Carmona tuvo hace años su corazón en la calle San Pedro. En ella latía el pueblo, y desde allí enviaba vida al resto de la ciudad. En esa calle estaba todo. En ella llenábamos la barriga y el alma. Casa Gamero y Carmelo nos calmaban el hambre, luego nos aliviábamos el espíritu a pocos metros, en la Iglesia de San Pedro, a los pies de la Giraldilla. 


   Comidos y rezados, sólo nos faltaba pagar las letras (del coche seiscientos, de la lavadora Otsein, del televisor Fercu...) El empujón para ello también nos lo daba la misma calle, dónde estaba el Banco Central...y luego los hijos. El colegio y los libros. Las libretas de una raya, las gomas de borrar Milan, los mapas mudos...de todo nos surtía la inolvidable Imprenta Rodríguez. Si nos quedaban unas pesetas libres, corriendo a buscar la diosa Fortuna en El Chivo, una de catorce nos libraría de llevarle el queso y el pavo al director del banco. ¡Que años! 


Como nunca nos tocaba la quiniela, ahogábamos las desdichas sin salir de la misma calle, dónde nos esperaban el Mere, La Bodeguita y La Viuda.
Si antes de volver a casa nos dábamos cuenta de que nos faltaba algún tornillo, íbamos corriendo a la ferretería La Campana. Allí adquiríamos la mercancía para los chapuces y el tabaco, que en todos los trabajos de antes se fumaba. Antes ya nos habíamos pasado por las Hermanas Zayas que durante tantos años calentaron al agua de Carmona y prendieron los fogones de las cocinas de nuestras madres con aquellas bombonas naranjas.
Acabábamos el año echando la carta a los reyes magos, bueno...a los reyes magos como que no...era el siempre amable Paco Vago quien repartía sonrisas entre nuestros hijos cada cinco de enero. 


 Las calles envejecen con nosotros y nos enseñan sus arrugas cuando disminuyen su actividad.

Manolo Martínez

1 comentario:

El cazador viejo pero novato dijo...

Por esa calle pasé yo cutro veces al dìa entre los anos 1.959 a 1.963, camino del Instituto Laboral Maese Rodrigo.

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