Aún sabiendo que nadie con dos dedos de frente nos lo va a predecir, solemos caer en la tentación de escuchar a todo aquel que dice saber donde está el destino.
Yo he caído en esa seductora profecía porque, para empezar, el iluminado que me la vendió, tenía más de dos dedos de frente, frente por cierto, que ya es un bien de primera necesidad para mucha gente del Carnaval de Cádiz.
Les hablo de Antonio Serrano, el Canijo de Carmona. Él fue quien, tras una pregunta mía, me mostró el Destino.
- Mira, Manolo, me dijo el genio del carnaval, el Destino está en la Plaza de San Juan, pegada al ayuntamiento de Cádiz.
No le pregunté nada más, porque a los genios no se les cuestiona, se les obedece. Cogí el tren en Santa Justa y me bajé en Cádiz. De allí a la Plaza de San Juan apenas un cigarro. Al llegar ausculté con la mirada hasta el último rincón de aquel hermoso espacio comido al mar en forma de plaza. Harto de buscar y no hallar, me senté en la primera terraza que encontré, un coqueto restaurante pegadito al ayuntamiento.
Me pedí para comer una tosta de pan cateto, una berza gitana con su pringá y rematé con unas croquetas caseras de lomo en manteca. Encendí un cigarro mientras repasaba la cuenta sin saber que, en ella, en la cuenta, estaba el destino del que me habló el Canijo de Carmona. Que cabrón el Antonio, mi destino había sido antes el suyo.
No elegiste mal amigo, acertaste, que buen sitio para reponer fuerzas antes de abrir Cádiz en caná, Restaurante “Destino”, de los mejores sitios para comer en Cádiz, amén del recorrido por los minibares de la plaza de abastos, el Manteca, la Columela o el Faro.
Lástima que vieras mi wassap, Canijo, cuando ya me había ido, porque no sólo hubiéramos compartido nuestro sino, si no también la cuenta.
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